El remordimiento por lo pasado y el miedo a lo porvenir son dos emociones que nos permiten estar ocupados en el presente, pero que no solucionan nada de lo ocurrido ni impiden que ocurra aquello que tememos.
Tanto la culpa por algo pasado como la preocupación por algo futuro, son maneras de desperdiciar el tiempo presente.
Del pasado debes extraer las lecciones que te permitirán no cometer nuevamente las mismas equivocaciones. El simple hecho de sentirte culpable no contribuye a solucionar un solo problema.
La culpa se nos infunde en la infancia como un medio que tienen los padres de controlar a sus hijos. Se nos convence de que tenemos que sentirnos culpables cuando hacemos algo que nuestros padres consideran incorrecto. Luego, cuando adultos, adherimos a códigos de comportamiento que nos dicen lo que está permitido hacer, y usamos la culpa como un medio de castigarnos a nosotros mismos.
En las relaciones entre adultos, la culpa puede ser usada por uno de los miembros de una pareja para controlar al otro. También los niños lo suficientemente despiertos pueden dar vuelta el mecanismo de la culpabilidad y usarlo para manipular a sus padres.
Si bien la culpa es un procedimiento socialmente aceptado de hacer que una persona sea castigada por algo que ha hecho, también es cierto que desperdiciar el tiempo experimentando culpa autoimpuesta le permite a la persona deshacerse de la responsabilidad de buscar algo más útil para hacer con su tiempo. Cuando es impuesta por otras personas, te permite descargar en otros la tarea de determinar cómo debes sentirte.
Así como la culpa no cambia nada en el pasado, la preocupación por sí misma no cambia nada en el futuro. Es distinto si empleas tu tiempo en planificar tu futuro, porque esa actividad te permite prepararte lo mejor posible para lo porvenir y te da criterios para decidir qué hacer ahora.
Algunas personas consideran valioso preocuparse por otras personas o que otras personas se preocupen por ellas. En realidad, preocuparse por el cónyuge, los hijos, los padres, o quien sea, no tiene ningún sentido si de la preocupación no surge alguna acción concreta.
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